Las
negras nubes tapizaban el cielo, convirtiendo la luz de la
luna llena en oscuridad.
Estaba completamente sola en aquel desolado
bosque. No se oía nada salvo los graznidos de los fúnebres cuervos,
que me escrutaban desde las ramas de los muertos árboles con sus
horribles ojos de sangre.
El viento ululaba salvajemente entre los
árboles, al son de los cuervos, creando una macabra y terrorífica melodía nocturna...
Pero algo rompió aquel siniestro
acorde: una resonancia de pasos acompasados de un ser que iba tras de
mí. Eran pasos lentos que hacía crujír las secas hojas que teñían el negro suelo de ocre y rojo.
¿Qué era lo que se escondía en la penumbra?
¿Era un animal? ¿Era una persona? ¿Era un monstruo?
No lo sabía.
Pero lo que sí que sabía, era que esa presencia estaba cerca de mí, acechándome desde la oscuridad...
Observándome.
No lo sabía.
Pero lo que sí que sabía, era que esa presencia estaba cerca de mí, acechándome desde la oscuridad...
Observándome.
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