Muchas veces somos atormentados por esa prisión a la que llamamos cuerpo.
Nuestros dolores físicos son torturas a las que esta cárcel nos somete, como si fuese una prueba de fuego que se debiera de superar. Y muchas veces, el alma sufre tanto que convierte ese sufrimiento en un dolor tangible que te atormenta. Solo cuando morimos somos verdaderamente libres de esas cárceles, pero posiblemente sea solo liberarte y extinguirte para siempre; nadie lo sabe.
Pero mientras estamos vivos tenemos que someternos a estas reglas.
Como bien dijo un famoso filósofo:
La verdadera libertad no existe,
siempre somos encadenados a alguna clase de esclavitud que nos domina.
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